domingo, 31 de octubre de 2010

the boy who must not fall in love.


Más allá del castillo de los goblins, pasando por la torre de marfil, en lo profundo del lago del abismo, yace aquel niño sin amor.
Ese niño no era amado y lo único que conocía eran los susurros de las sirenas del lago, aquellas sirenas que nadaban sobre su cabeza riendo, ellas de ojos saltones y escamas verdes mantenían al niño encadenado desde los confines de los tiempos, era la misión de su clan. El niño solo recibía algas y consejos para sobrevivir, las sirenas le advertían de los peligros de fuera ¿Pero es que había vida sin agua?

El niño no pensaba sobre el exterior, los consejos solo le molestaban, cuanto más hablaban sobre el exterior más quería permanecer. Pero el agua es un potente y caprichoso elemento y desde sus confines, mucho antes de que las madres y las abuelas de esas sirenas lo custodiaran; mucho antes, se empezó a crear una grieta en una de sus cadenas, una grieta en el sitio menos indicado se podría decir, esa grieta, un día como otro cualquiera, cogió fuerza y libero una de las manos del muchacho. El niño sintió la corriente del agua sobre su muñeca izquierda, un lugar que no recordaba esa sensación, un lugar incluso más pálido que el resto de su piel. El niño miro en ese instante hacia arriba, muy en lo alto se podía distinguir la entrada de luces , veía como las sirenas rodeaban esos halos de luz y ¡desaparecían! al impulsarse hacia arriba y volvían a aparecer segundos después, parecían divertirse, entonces el niño comenzó a preguntarse si el exterior era tan terrible como las leyendas de las sirenas contaban.

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