lunes, 11 de abril de 2011

FICTICIA MADUREZ [II]


Sira conoció a ese hombre en una boda, era la boda de un buen cliente de Sira, un tal Slarsen dueño de una cadena de supermercados ecologistas, Sira odiaba ir a las bodas, bueno, todo el mundo no emparejado odia ir a las bodas, es la celebración donde la gente emparejada manda, y los solteros, por muy de oro que sean son enviados a la mesa del fondo junto a la puerta del servicio, Sira procuró conseguir pareja de todas las maneras, incluso le rondó la idea de subastarse en eBay, pero al final no resultó y acabo desterrada a las tierras de los impares.

En aquella unión de patrimonios conoció a un hombre, barba de 3 días, un cuerpo de footing mezclado con gimnasio semanal y tratamientos mensuales y un estilo de vestir apropiado, chaqueta y pantalones de traje con una camisa blanca, pajarita blanca y zapatos negros, grandes y de cocodrilo. Se presento como Josh, de profesión: escritor freelance y amante del Moët & Chandon, por supuesto, Sira no le prestó la más mínima atención al principio, escritor, no, escritor freelance, es decir sin ninguna editorial ni revista fija, alejado de la política y más interesado en sociedad, ingresos bajos, seguramente dependiente de sus amantes económicamente, seguramente con propiedad compartida, y por último, seguramente con deudas pendientes, no fue hasta los 15 minutos cuando, gracias un poco al Moët, Sira encontró como sacarle provecho.

Los dos coincidían en que el destierro a los solteros a la mesa del fondo era respuesta a la rabieta de los emparejados que veían caer su influencia propia cuando se unían a otra persona, por lo que Sira decidió proponerle que se emparejaran únicamente para esa ocasión, “buena idea, mezclarse con el enemigo, iniciar la revolución desde dentro” dijo él, y así, pasaron toda la velada hablando sobre experiencias personales, traumas infantiles y sonidos de la adolescencia, mientras, paralelamente, hacían contactos, influencias y seguían disfrutando de la chispeante ambrosía, se saltaron el baile, ya era demasiado bochornoso escuchar a la Tuna de turno pidiendo limosna por las mesas, no querían ver al tío segundo del sud con la corbata en la cabeza. Él robo una rosa del ramo de la novia y se la dio, ella sonrío, le acompaño a su coche, ella la llevo hasta casa, se intercambiaron números, se dieron la mano y el salió del coche.

Sira no nos dijo nada, en un momento, pensó que era príncipe de una noche, pero un miércoles por la mañana, cuando ella se encontraba traduciendo (con la ayuda de Google) un comunicado en alemán, su móvil sonó, no era una llamada, era un mensaje, en estos tiempos solo se llama a los padres i a algunos magnates y compañías por motivos de trabajo; él le invitaba a tomar un lunch en una cafetería especializada en Muffins y torrijas, ella estaba tan agobiada con el trabajo que decidió bajar, quedaron, se rieron, y ella, en un momento autoafirmativo le dijo que no acabarían en la cama, además de tener trabajo le contó que ella no se acostaba con hombres, el se incomodó al principio, pero su afán periodístico le hizo querer saber más, empezó hablando de ella y acabo hablando de sus mejores amigos, aquel día quedamos por la noche para cenar en la cafetería del Hospital General con Cady, ella, siguió sin decir nada.

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